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No. Yo no soy una zorra

Opiniones

Elsa López

 

Lo cante quien lo cante, lo vote quien lo vote, a mí no me representa esa canción ni esa señora ni el jurado y mucho menos ese público enardecido, inconsciente, ganado al servicio de un sistema que deja de educar para convertirlos en rebaño sudoroso que camina por el sendero que les marcan los gritos, las luces, las modas, los criterios de quienes organizan y pagan a otros para esclavizarlos y conducirlos como a reses al matadero.

¿Quiénes votan semejante bazofia que ni es canción ni es nada y donde la que se dice cantante no canta y lo que dice es menos que palabras, o sea, nada? Lo que vi y escuché la otra noche en lo que han dado en llamar “Festival” fue una aberración, un tiro en la nuca al sentido común y una parodia nefasta de una sociedad enferma que llama música a lo que no lo es y diseña un coro patético de hombres que no son mujeres ni la caricatura siquiera de lo que dicen llamarse hombres.

No son nada excepto un dúo patético de imbéciles que creen que por ponerse una faja y hacer gestos obscenos que humillarían a cualquier ser inteligente de cualquier sexo, piensan que representan a alguien; de la misma manera que ella cree que representa a las mujeres y lo cree, la pobre, porque en la letra (la poca letra que conseguimos entender) parece ser que se reivindica la “liberación de la mujer”.

Total, que si “Soy una zorra de postal. Yo soy una mujer real (zorra, zorra, zorra)” etc., etc. Esta letra “tan provocadora y reflexiva”, según algunos medios, lleva a la intérprete a recapacitar sobre ella alegando que por qué tiene que ser el zorro algo bueno y la zorra algo malo. De párvulos la reflexión. Yo misma se la hice a mi profesora cuando tenía siete años.

Pues bien, yo se lo explico tal y cómo me lo explicaron a mí años después de haber hecho la pregunta y después de pasarme la tarde entera buscando en un diccionario: porque zorro significa persona taimada, astuta y solapada y en algunos países esa palabra se les aplica a los hombres para destacar alguna cualidad positiva; ser una zorra, en cambio, significa prostituta, meretriz, furcia, puta, ramera, pelandusca, y otras variantes hasta llegar a cincuenta.

Y repitiendo esa palabra hasta el hastío repites todas esas aplicaciones lingüísticas dedicadas a las mujeres que ejercen un determinado oficio que no las hace precisamente liberadas, ni empoderadas ni dueñas de su cuerpo. Porque eso es lo que ella dice a las mujeres en la canción y el público lo corea y lo corea un país entero que se siente orgulloso de haber votado semejante bodrio.

Ya no entro a discutir si la letra dice o no dice, si las palabras hieren o no hieren, si eso representa a una parte de la sociedad en la que vivo o no. Sólo digo que esa basura musical y literaria ni me representa ni representa a mucha gente; que es un paripé sobre la liberación de las mujeres mal gestionado y peor dirigido; más dañino que el peor de los discursos. ¿Qué les van a decir a los jóvenes que daban saltos y vociferaban el estribillo de la canción? ¿Que el mundo es ese engendro? ¿Que esa letra nos representa? ¿Qué, repitiendo zorra muchas veces iba a “colar” el mensaje y nos íbamos a tirar todas a la calle a demostrar que lo somos pese al patriarcado y al machismo imperante y ser zorra es darles una patada en el trasero manifestando que hago lo que me da la gana a pesar de sus mal ejercidos poderes? 

Se equivocaron. El público, el jurado, la televisión y los organizadores se equivocaron porque a mí y a millones de mujeres de este país no nos representa esa canción que intenta sugerir que ser zorra es una ilusión que tenemos todas para ir por la vida comportándonos como tales.

No, señores que lo han organizado todo tan bien, se han equivocado de bando, yo ni cobro ni pago por amar a nadie ni soy más libre por pregonar que mi cuerpo es mío (cosa que ya sabemos muchas, muchísimas mujeres y muchísimos hombres sin necesidad de vestirnos de espantapájaros o semidesnudos enseñando el culo). El culo mío es mío, y no tienen que venir a enseñármelo para reconocerme o identificarme con quienes me lo enseñan.

¡Faltaría más! Ni tampoco tienen que cantármelo (mal cantado, por cierto) para que me ponga a hacer el coro a semejante representación de mal gusto. No entro en el tema moral. Entro en el arte. ¿Qué arte era ese esperpento? ¿Qué música? ¿Qué querían decirme los que montaron tal espectáculo de luces y colores? Si querían disimular la pobreza del contenido, lo han hecho muy bien.

Si querían que tragáramos con el cuento de la libertad de las mujeres y los hombres para hacer y decir lo que nos dé la gana, hubiera hecho falta algo más serio, más rompedor y más inteligente como para hacernos pensar y sentir qué es lo que queremos para nuestro país. Más mierda, no, gracias.

 

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