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La Palma, vientos catabáticos y leyes del diablo

Opiniones

Wladimiro Rodríguez Brito

La Palma, vientos catabáticos y leyes del diablo 

 

La geografía y la física nos dicen que una masa de aire circulando con velocidad ladera abajo puede crear condiciones desastrosas, como ocurre en el caso del viento de Santa Ana (California), que llaman ‘viento del diablo’ y que es uno de los principales ejemplos de los vientos catabáticos calientes que se producen en nuestro planeta. En La Palma se ha producido una catástrofe ambiental y económica en unas condiciones sociales y geográficas propicias. Solo el horario fue propicio para salvar vidas y no queremos pensar qué hubiera sucedido si la situación se hubiese producido por la noche, con la población en sus viviendas.  
 

Nos hemos olvidado de labrar, podar y retirar vegetación seca antes del ‘40 de mayo’, tanto en El Paso, en Tentiniguada o en Las Tricias. Ahora es combustible lo que antes llamábamos pastos y lo que hace 20 años eran almendros e higueras. Nuestro territorio se ha quedado sin campesinos y eso lo está sufriendo toda la sociedad.  

El campo, allí como en tantos sitios de Canarias, no tiene gestión. Urbanitas culturales habitan las casas y llegan a denunciar al vecino si hace los usos de ayer, si tiene ganado que produce malos olores y moscas o si los gallos rompen el silencio de la madrugada. Son urbanitas que exigen tanques de purines para el ganado después de construir sus viviendas en suelo rústico sin alcantarillado ni depuración. Vivir para ver.  
 

Tenemos ahora que hablar de medidas de prevención en una economía sostenible. Necesitamos más responsabilidad y menos alegatos sobre la “interfaz” que ya hemos conocido en Fuencaliente o Gran Canaria hace unos años. En lugares como California, con los enormes recursos de extinción que disponen, el último incendio duró más de 50 días. Por lo tanto, debe existir un compromiso con el campo y los campesinos y ha de ser una obligación proceder a la retirada de combustible antes del ‘40 de mayo’ sin entrar los votos en ese pesquero.  

Las tierras son algo más que solares. Por ejemplo, el actual sistema de hijuelas de partición de las herencias favorece también la falta de responsabilidad. Necesitamos un marco legal y, sobre todo, un compromiso social que incorpore jóvenes al campo. Esto no solo generaría empleo en nuestra tierra sino que nos haría menos dependiente de problemas internacionales porque priorizaríamos los productos locales.  
 

El medio ambiente no puede gestionarse con miedo al ambiente: necesitamos más recursos públicos en la gestión del medio agrícola y menos en parafernalias peliculeras de dudosa eficacia, como el caso de algunos medios aéreos que parece que son la panacea. No rechazamos la ayuda, pero el fuego lo apagan los hombres y mujeres desde tierra.  

Lo que hemos visto este verano en Grecia, Turquía, Italia o California pone de manifiesto el alejamiento entre la gestión del campo y la prevención de incendios. Lo ocurrido en el Valle de Aridane y en todo el oeste palmero de Fuencaliente a Puntagorda puede reproducirse en muchos puntos de Canarias, como el Valle de Tegueste, El Rosario o Tacoronte. Tomemos nota de eso y démosle la importancia que requiere porque estamos hablando de vidas humanas.  

Hemos de cuidar los equipos humanos para que tengan el mejor conocimiento del territorio, mejorando las comunicaciones y la vigilancia, con vehículos de apoyo y helicópteros cuando sean eficientes. Hace 40 años, cuando pastaban en Canarias casi 200.000 cabezas de ganado, éstos retiraban de la piel de las islas unas 4.000 toneladas de pasto cada día. Ahora, eso se convierte en combustible que arde en los incendios.  
 

Estamos obligados a aprender de nuestros errores y saber que hay graves riesgos para las zonas pobladas rodeadas e inmersas en zarzas, cañeras, hinojos y resto de matorrales y que es necesario limpiarlas. Nuestros jóvenes en los colegios deben aprender que las palabras ‘medio ambiente’, ‘sostenibilidad’, y ‘descarbonificación’ tienen significado al salir a la calle. Majanos, sorribas y estanques no pueden servir solamente como base para hacer chalets, piscinas y jardines babilónicos. No podemos seguir celebrando los almendros en flor y pedir almendrados con almendras de California.  
 

Aquí y ahora debemos mirar para casa y hacer prevención antes del ‘40 de mayo’. Está en nuestras manos –en las de los que nos gobiernan- hacer una política ambiental y agroforestal en la que podamos dormir sin riesgo. Podemos evitar incendios y consecuencias como el ocurrido recientemente en La Palma, pero para ello es necesario recuperar nuestro saber popular para cuidar estas bellas Islas Canarias.  
 


 

Wladimiro Rodríguez Brito 
 

 

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