Juan García Luján
Aunque les duela, el 20 de abril de 2023 el movimiento ecologista canario ha hecho historia. A las 12 del mediodía la gente comenzaba a desplegar las pancartas en la Avenida de Las Canteras con el sonido de los bucios y los tambores de fondo. En Tenerife se escuchaban los primeros gritos en la plaza Weyler. A esa misma hora, hasta la plaza de la Iglesia de Puerto del Rosario comenzaba a llegar la gente que salvó Tindaya. En la Plaza de las Américas de San Sebastián de la Gomera alguien decía “Canarias tiene un límite” en lengua silbado. Frente a la consejería de Turismo en el Hierro se concentraron jóvenes y no tan jóvenes, algunos de ellos en su día pararon la instalación del radar militar.
Hasta el kiosko de la música de Arrecife de Lanzarote, tambiéna las 12 del mediodía del 20ª empezaban a llegar los conejeros que llevan décadas recordando el mensaje de César Manrique. Luego, por la tarde se concentraban en Puntagorda, en La Palma. También hubo concentración en La Graciosa, ocho islas, un solo pueblo. Como escribió Pedro García Cabrera “Solo no estoy, están conmigo siempre, /horizontes y manos de esperanza,/ aquellos que no cesan de mirarse la cara en sus heridas, /aquellos que no pierden el corazón y el rumbo en las tormentas/ los que lloran de rabia/ y se tragan el tiempo en carne viva”.
Mañana dirán que la calle no es el Parlamento, que fueron más los que no salieron a las calles. Dirán que están mordiendo la mano que les da de comer. Que no quieren salir de pobres. Que la vaca del turismo es sagrada. Los que se autoagasajan con dinero público y disfrutan de desayunos entre cámaras de fotos, dirán que cuatro hippis no pueden marcar la agenda política. Escribirán y hablarán los que no estuvieron en las calles viendo como había turistas que se sumaban a la manifestación por la Avenida de Las Canteras. Escribirán y hablarán de turismofobia los que no leyeron las pancartas que ponían: “No es turismofobia, es canaricidio”, “menos cemento y más fundamento”, “Turismo sí, pero no así”, “No es turismofobia, es supervivencia”, “No a hoteles ilegales en parajes naturales”, “Manrique lo advirtió, la isla ya explotó”…
Hemos pasado de 10,4 millones de turistas que llegaron a Canarias en el año 2010 a los 16,2 millones que nos visitaron en 2023 y no hemos salidos de pobres. Porque los salarios siguen siendo los más bajos del estado (cuando en Canarias es temporada alta todo el año, algo que no ocurre, por ejemplo en Baleares), las islas siguen estando en los primeros puestos de las listas de comunidades con más pobreza. Según un estudio elaborado por las patronales turísticas sobre el Impacto Económico del Turismo en las islas, este sector emplea a cerca de 400.000 personas, y en 2023 facturó cerca de 20.000 millones de euros. Pero el salario medio en Canarias (1.568 euros mensuales brutos) es el segundo más bajo de todas las comunidades. Contra esa situación de riqueza para unos pocos y pobreza para la mayoría, contra lo difícil que es acceder a una vivienda, contra el avance del cemento y la pérdida de terrenos agrícolas, contra la llamada de los gobiernos a que vengan nómadas digitales con buenos sueldos que trabajan para empresas que pagan los impuestos fuera, contra la venta descontrolada de las casas a la gente de más poder adquisitivo que viene sobre todo de Europa… Contra todo eso se manifestaron este sábado enlas ocho islas, aunque a quienes van dirigidos los mensajes de los manifestantes se les llene la boca con la palabra ‘Turismofobia’.
Hay gente en estas islas que siguen sin aprender de la historia. Mientras se reconoce que las islas viven en situación de emergencia hídrica, en La Palma declaran de “interés insular” un proyecto de 1400 camas turísticas, con 54 piscinas y un campo de golf de 18 hoyos. El cabildo palmero tiene previsto construir un embalse para poder dar agua a este proyecto turístico. Se cumple lo dicho por Gramsci: ‘El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, y en ese claroscuro surgen monstruos’. No quieren aprender de la historia de Canarias, siguen empeñados en dejarnos eternamente dependientes de los monocultivos económicos que se hacen para satisfacer intereses foráneos y que, si entran en crisis, nos condenarán de nuevo a la emigración masiva, se irán con sus beneficios a otras tierras y nos dejarán el cemento aquí.
Otro poeta, Agustín Millares Sall, escribió en plena dictadura “La calle que tú me das/-la calle ausente todavía-,/no será tuya ni mía./Calle de todos será./Por el momento no es más/que una canción encendida,/una estrella fugitiva/que soñamos alcanzar.” Ahora la pelota está en el tejado de los gobiernos, (el autonómico y los cabildos), pueden escuchar a la calle que este 20 de abril se llenó de gente de todas las edades o seguir al servicio de los de siempre.
Juan García Luján