Eloy Cuadra
Viernes veinticuatro de noviembre, algunos activistas nos concentramos frente al Ayuntamiento de Santa Cruz, municipio gobernado por Coalición Canaria, partido canario nacionalista que dice defender a "nuestra gente". Estamos allí en defensa del derecho a la vivienda y otros derechos básicos. En cuanto empezamos nos cierran las puertas de la casa del pueblo, a nosotros, el pueblo que lucha, muy significativo en todo caso. De repente un grupo de unos 20 turistas alemanes ya entrados en edad se detienen frente al ayuntamiento al lado nuestro, y aprovechando nuestro megáfono les digo, en inglés, que aquí en Tenerife hay mucha gente pobre, sin vivienda y sin poder acceder a unos mínimos alimentos básicos. Nada de turismofobia, únicamente explicarles educadamente que el dinero que ellos dejan no sirve para que la gente del pueblo viva mejor. Mi alegato parece que no le gusta al guía turístico, un señor canario, que no tarda en insultarme, segundos después los turistas se van con él, con cara de no entender nada.
Mismo día veinticuatro, horas antes, en la misma ciudad, un empresario canario, una especulador que compra viviendas baratas con familias dentro a bancos y fondos buitre, engaña a una madre precaria, canaria, le promete un alquiler asequible y cuando le ha sacado toda la información la desahucia sin ningún miramiento (salvo milagro de última hora), para, seguramente vender la vivienda a un extranjero o a alguien con mucha pasta, o para ponerla en alquiler vacacional para turistas.
Mismo día, en la concentración frente al Ayuntamiento, un policía local, canario, de aquí, de Tenerife, nos advierte, seguramente enviado por algún político del consistorio, que si algún vecino se queja por el uso del megáfono tendremos que dejar de utilizarlo, con posible sanción por incumplimiento de ordenanza municipal. Olvida el policía local que estamos a media mañana de un día laborable, rodeados de edificios públicos, y que la Constitución Española tiene rango de ley superior a una ordenanza municipal y nos ampara en el derecho a manifestación. Sorprende que esto ocurra precisamente en un ayuntamiento como el de Santa Cruz, cuyo alcalde preocupadísimo por el incumplimiento de la Constitución, ha puesto a sus servicios jurídicos a trabajar para evitar la amnistía en Cataluña.
En fin, no sé si esto es producto del síndrome del colonizado o no, pero son tres ejemplos claros de cómo el canario, habitualmente, cuando está en una posición cómoda o momentáneamente segura, ni sentido de la canariedad, ni conciencia del sufrimiento del pueblo, ni empatía ni nada de nada, solo "qué hay de lo mío" y obedecer al amo. Y lo peor es que no son casos aislados, llevo treinta años en Canarias y lo que más he visto es a canarios queriendo ser políticamente correctos, iguales que el cacique, obedientes, fiesteros, a lo suyo, con poco rastro o vestigio del coraje de los primeros pobladores de Canarias. Dicen mis amigos independentistas que esto es culpa del síndrome del colonizado, y de lo mucho que han machacado al canario a lo largo de la historia hasta hacerlo callado, obediente, resiliente, acomodaticio.
Y seguramente llevarán razón mis amigos independentistas, pero no deja de ser triste que siga siendo así, especialmente ahora, a finales de 2023, cuando ya la mayoría se han enterado que Canarias, el "paraíso de la eterna primavera", tiene la peor calidad de vida de todo el Estado, los sueldos más bajos, la vivienda más cara, la pobreza más alta, la cesta de la compra más inflada, el índice de natalidad más bajo, con crecimiento vegetativo negativo, sin futuro para los jóvenes, y aún así la población no para de aumentar año tras año, más de 100.000 personas en los últimos cinco, extranjeros y peninsulares por supuesto, no son canarios, y un largo etcétera de calamidades. No entiendo por qué no enseñan en las escuelas canarias, a los niños, otros valores. O como mínimo uno, el de la empatía con la gente que sufre, sobre todo si es tu vecino, ha nacido en el mismo sitio que tú, tiene nombre y apellidos similares a los tuyos, comparte tu misma cultura, las mismas costumbres, celebra las mismas fiestas patronales, habla como tú y se parece a ti. Pues, qué les digo, que así se hace muy difícil seguir en esto de las luchas sociales, y es hora de reflexionar si vale la pena. Por cierto, en nuestra concentración, los policías eran más que nosotros.