Adolfo Padrón Berriel
El 26 de abril de 1937 la ciudad de Guernica fue arrasada por los bombardeos de la aviación nazi. Pablo Picasso, fue capaz de inmortalizar el aberrante suceso en un cuadro que, a la postre, sería reconocido como su gran obra maestra, convirtiéndose en símbolo universal del horror y la barbarie que toda guerra provoca y del atroz sufrimiento humano que éstas infligen sin excepción. El Guernica, es un grito en el silencio, capaz de perforar los tímpanos del alma y del entendimiento allí donde sea contemplado. Sus alegóricas figuras consiguen trasmitir -atemporales-el terror, el dolor y la desesperación que cualquier conflicto bélico impone a quienes son condenados a sufrirlos.
La guerra siempre se explica -más bien intenta lograrlo-haciendo uso de un manido listado de motivaciones y argumentos: la Razón, la Justicia, la Libertad, la Fe -y el precepto divino de hacerla valer-, el Derecho (en todas sus vertientes imaginables, como el “derecho a defenderse” -siempre más presentable, públicamente, que reclamar como derecho un puro ejercicio de simple venganza ciega-) … Los patrocinadores de la guerra siempre han buscado la “comprensión” de los pueblos y hasta su disposición al sacrificio en loor, claro está, de una “buena causa”. En su defecto, siempre les queda a mano el recurso a la irremediable fatalidad: “El enemigo y sus actos, no nos dejan más opción” (es fácil ponerse dignos cuando ellos ponen balas y misiles, mientras los pueblos ponen los cuerpos que ha de destrozar la metralla). Rara vez se esgrimen, sin tapujos, las auténticas razones que se ocultan bajo el noble vestido de las engañosas palabras. Rara vez mencionan los intereses económicos y geo-estratégicos, el afán imperialista, el expolio de recursos, el odio supremacista … De hacerlo saben que corren el riesgo de perder audiencia y apoyo, pues pocos, en su sano juicio, secundarían tan espurias intenciones.
Gaza y lo que allí acontece son el Guernica, recreado a diario ante nuestras retinas; en vivo y en directo, desde hace ya más de un mes, con un perverso y retorcido agravante y es que no se trata de una guerra, sino de un genocidio en toda regla. Afortunadamente y a medida que transcurren las sangrientas jornadas, cada vez más gente toma conciencia de ello. Los continuos e indiscriminados ataques a barrios residenciales, campos de refugiados, convoyes de ambulancias, escuelas y hospitales; el vil asesinato de miles de civiles (la mitad de ellos niños); el secuestro de la información y la ejecución de aquellos que intentan mantenerla; la privación de agua, alimentos y medicinas…
Entre tantas y tantas monstruosidades, no hay “derecho a defenderse” que consiga mantener, por mucho tiempo, la venda en los ojos de la ciudadanía global. El caso es ese: ¿Cuánto tiempo hace falta para que lo paremos? Cada hora que transcurre se le arranca la vida a un promedio de siete niños. Los médicos han tenido que acuñar un nuevo acrónimo -WCNSF, son sus siglas en inglés-para identificar, sin perdida de tiempo, a cada vez más pacientes: “niño herido, sin familia superviviente”. Ya se contabiliza másde un millón y medio de desplazados, sin lugar seguro al que acudir. Las epidemias se expanden. La desesperación ha hecho presa en la población palestina.
Muchas instituciones, organizaciones humanitarias, la propia ONU, hablan con claridad de crímenes de guerra y de inaceptables ataques a la Carta de los Derechos Humanos por parte de Israel. Cada vez más analistas se atreven a describir con claridad lo que ocurre ante nuestras atónitas miradas y es que Israel no se “defiende”; Israel (para ser más exactos, su gobierno sionista) explota al máximo posible el cheque en blanco que le otorgan EEUU y sus cada vez menos aliados, para llevar su preconcebido plan hacia adelante: la expulsión o el exterminio del pueblo palestino (tal vez ambas cosas a la vez).
Parar el desastre no será posible mientras los gobiernos que, bien aplauden, consienten y alentan o, simplemente, miran para otro lado, no cambien sus posiciones. Sólo sucederá si la presión y la movilización social siguen creciendo y se muestran firmes. En nuestras manos está.
¡Paremos el genocidio! ¡Paremos la irracional barbarie desatada! Hoy, mejor que mañana.
“Desearía que se desarrollara en todos los pueblos un consciente sentido de paz y el sentimiento de solidaridad humana, que puedan abrir nuevas relaciones de respeto e igualdad para el futuro, que deberá ser de fraternidad y no de conflictos cruentos”. Rigoberta Menchú
Adolfo Padrón Berriel
Miembro de “Canarias con Palestina”