Lucy Rodríguez Gangura
Han pasado 20 años desde aquel 11 de septiembre que, según muchos analistas de política internacional, provocaron importantes cambios en las relaciones internacionales y en las políticas estatales, no dejan de tener razón, sobre todo en lo referente a políticas represivas y conflictos armados. Desde entonces y casi sin darnos cuentas nos acostumbramos a las guerras preventivas, a los controles en los aeropuertos y puertos, a las leyes mordazas, a la falta de libertad de expresión, a la conversión en apología del terrorismo de cualquier posición disidente, etc, etc.
Lentamente fuimos conociendo las ventajas que para el gobierno norteamericano tuvieron los atentados del 11-S. En primer lugar le permitió, definir un supuesto eje del mal que colocaba al mundo con ellos o contra ellos, un eje que es tan moldeable como guste a quien ocupe la Casa Blanca en ese momento; en segundo lugar le ha permitido recrudecer la represión y aumentar los recortes de libertades, primero en el seno de los EE.UU y, luego en el conjunto del planeta, moldeándolo según su propio diseño; En tercer lugar, la invasión y ocupación de Afganistán, Irak y Libia, que tan beneficiosas preveían; y todo ello con la coartada ideológica de la lucha contra el terrorismo; generando miedo a imaginarios peligros y amenazas de atentados se pueden justificar acciones realmente terroristas. Jamás podré entender porque lanzar un avión contra un edifico es terrorismo y lanzar fósforo blanco y bombas racimos es derecho a la legitima defensa o bombardear un mercado se llama guerra preventiva.
Hoy somos muchas personas las que pensamos que algo tuvieron que ver con aquellos atentados quienes se proclamaban al mundo como víctimas de los mismos.
El 11 de septiembre del 2001 no se cometió el mayor atentado terrorista de la historia, como muchos medios de comunicación se han empeñado en hacernos creer en esa mitología de buenos y malos que en los últimos veinte años han construido. Sin embargo, y esta es la narrativa no construida desde los grandes medios de comunicación, desde 1823 EE.UU. ha mantenido una constante acción terrorista primero sobre los países de su continente y, posteriormente, sobre el todo el planeta.
En diciembre de 1823 el presidente Monroe enuncio la que sería conocida como la doctrina que llevaría su nombre y que, en forma brevísima, venía a dividir el mundo en dos esferas de influencia , una baja el predominio europeo y otra, América, bajo la influencia de EE.UU. Partiendo del principio de América para los americanos (claro que los americanos sólo eran los estadounidenses) Monroe desarrolla la tesis del destino universal que viene a decir que son ellos los encargados de velar por el orden en el mundo y que América en su globalidad les pertenece.
Desde 1.823 EE.UU. ha realizado más de 150 intervenciones, relevantes y públicas, de carácter militar, político, de espionaje y conspiración, o, a través de aventureros contratados por los grandes capitales estadounidenses como Williams Walter, todas ellas violando el derecho internacional y el derecho a la soberanía de los pueblos. Tras la guerra de México en 1846, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Cuba, República Dominicana, Haití, Ecuador, Brasil, Guatemala, Bolivia, Uruguay, Colombia, Venezuela, Granada, Argentina, Chile y Panamá ( territorio segregado de Colombia en 1903 con el objeto de crear la salida al Pacifico que Estados Unidos necesitaba) han sido las victimas directas americanas de la doctrina Monrey. Existen también infinidad de víctimas indirectas de esta misma política, todas las ocasionadas por el bloqueo a Cuba y Venezuela, así como por las políticas de instigación contra estos mismos gobiernos, y contra Nicaragua, Argentina, Uruguay, etc.
Fuera del continente americano, África del Norte, Siria, Irak, Libia, Japón, China, Angola, Hawai, Somalia, Yemen, Pakinstan, Filipinas, Vietnam, Yugoslavia, Sudán, Bosnia y Herzegovina, Corea, son países que, igualmente, han sido agredidos, invadidos y violentados por los Estados Unidos de América.
Ciertamente desde el 2001 el mundo ha cambiado, pero los cambios han sido más cuantitativos que cualitativos. EE.UU. ya era un estado terrorista antes de esta fecha.
A algunos y algunas la vida ya nos había cambiado otro 11 de septiembre muchos años antes. El 11 de septiembre del 1973 a las 11.52 de la mañana la Fuerza Aérea chilena encabezada por un grupo de militares golpistas comenzaron a bombardear el Palacio Presidencial de la Moneda en Chile, desde el interior el Presidente, Salvador Allende retransmitía su último mensaje al pueblo chileno y al mundo a través de radio Magallanes:
“……..Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”
Más de 3.500 chilenos y chilenas fueron asesinados o desaparecidos, extrajudicialmente. Las organizaciones de derechos humanos que han trabajado en el país cifran en más del 15% de la población el número de personas que fue, de una forma u otra, victima de la represión ejercida por la Junta militar, unas 200.000 se vieron obligadas al exilio. El terror lleno las calles de Santiago, las ciudades de Chile. Puro terrorismo.
La vida nos cambio ese 11 de septiembre , éramos jóvenes, preñados de esperanza. Chile se convirtió en una nueva referencia de cambio. Nuestros fines de semana los pasábamos, a son de guitarra, entre Santa María de Iquique (….y unamos como hermanos que nadie nos vencerá, tenemos razones puras, tenemos porque luchar,……) y el recuerdo de Amanda, cuándo no en las casitas del Barrio Alto. Con Salvador Allende cayeron también nuestras esperanzas de ruptura democrática en el Estado español y las posibilidades de avanzar hacia la democracia Popular, NO NOS DEJARÍAN como no dejaron a Chile.
En 1999 se desclasificaron y vieron la luz los archivos de la CIA que demostraban el protagonismo de la misma en el golpe de Estado y su posterior apoyo a la Junta Militar.
Y así se han ido construyendo los onces de septiembre, a golpe de tortura, asesinatos, fósforo blanco, bombas racimo.
Así los onces de septiembre, los muertos de México, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Cuba, República Dominicana, Haití, Ecuador, Brasil, Guatemala, Bolivia, Uruguay, Colombia, Venezuela, Granada, Argentina, Chile, Panamá, Vietnam, Yemen, Pakistán, Libia, Afganistán, Irak, Palestina, África del Norte, Siria, Irak, Libia, Japón, China, Angola, Hawai, Somalia, Yemen, Pakinstan, Filipinas, Vietnam, Yugoslavia, Sudán, Bosnia y Herzegovina, Corea, también claman justicia.
Para mi, cada 11 de septiembre, aún 48 años después, me sigue sonando Pablo Milanes en la conciencia y y el corazón:
“Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes”
Lucy Rodríguez
Secretaria de Solidaridad y Relaciones Internacionales de Intersindical Canaria