El 15 de octubre se celebra, anualmente, el Día Internacional de la Mujer Rural. En Canarias su número y su calidad de vida han disminuido progresivamente merced a la tercerización de nuestra economía y nuestro mercado laboral. Con apenas, un 10% de soberanía alimentaria, el sector primario, en el Archipiélago, es insignificante en puestos de trabajo, así como en la aportación al PIB del mismo.
Con sucesivos ciclos de monocultivo, hoy, sol y playa, propio de las economías coloniales, no existió nunca, en Canarias, una agricultura centrada en los intereses de la mayoría social del país, primando la importación sobre la producción local. Sin embargo, en condiciones precarias y, en muchas ocasiones de miseria material, las mujeres rurales de nuestro país, aparceras, agricultoras, empaquetadoras, han protagonizado heroicos episodios de lucha obrera, sumando a sus largas jornadas laborales el trabajo doméstico, así como la custodia y mantenimiento de una parte importantísima de nuestra identidad. La tradición oral, la medicina natural y popular, las artesanías (alfarería, cestería, trapería, calado, etc.), los sistemas de cultivo tradicionales, la conservación de las semillas ancestrales, la gastronomía, etc., son algunos de los legados que debemos a las mujeres rurales de Canarias. Nuestro país tiene una deuda histórica con ellas.
Tanto las políticas institucionales de Igualdad como los feminismos en Canarias han dejado, en gran parte, en el olvido a estas mujeres; pese a definírseles con grandes cifras y declaraciones, soportan, de forma más devastadora, los recortes en políticas sanitarias, educativas y sociales, empujando, aún más, al abandono de la agricultura, las industrias asociadas a las mismas, y el entorno rural, a favor del sector servicio, especialmente a profesiones como camareras de piso, limpiadoras, dependientes y camareras de restauración, demostrando los sucesivos gobiernos de Canarias y de Madrid, el escaso intereses que por ellas y por nuestra soberanía alimentaria tienen. Sin ir más lejos, se ha obviado la oportunidad que la crisis pandemica aportaba para repensar y reorientar nuestro modelo de “desarrollo”. Todas estas políticas se vieron agravadas con la forma de incorporación de Canarias a la Unión Europea.
Conscientes de que la preservación del entorno rural y, especialmente, de sus mujeres son la condición para alcanzar nuestra soberanía alimentaria y energética, conservar nuestro acervo cultural e identitario y dejar de ser la tienda de aceite y vinagre en la que se nos han convertido,
Exigimos al Gobierno de Canarias que, conjuntamente con los Cabildo Insulares y los Municipios, ponga en marcha las medidas necesarias para posibilitar la dignificación de la ida rural y sus mujeres, entre ellas:
· Romper la brecha de género en el entorno rural, tanto en lo referente a los ingresos como en el acceso a la propiedad de la tierra.
· Dignificar las condiciones del trabajo agrícola y ganadero
· Otorgar a las mujeres rurales voz y protagonismo en las políticas de desarrollo sostenible.
· Potenciar los servicios públicos, especialmente la sanidad y la educación en los municipios rurales, prestando especial atención a la salud reproductiva y a las escuelas unitarias.
· Poner en marcha programas para el establecimiento de centros de día que rompan el aislamiento de las personas mayores en los espacios rurales.
· Crear un servicio de inspección de las vías de comercialización de los productos de cercanía que haga accesible a las personas consumidoras productos canarios a precios competitivos con las importaciones sin que ello suponga un empobrecimiento de la población rural.
· Puesta en marcha de escuelas de tradiciones populares dirigidas por mujeres del entorno rural que conserven nuestras artes e identidad cultural.
· Puesta a, disposición de mujeres jóvenes, especialmente agrupadas en cooperativas, de terreno agrícola no cultivado en las distintas islas.
· Recuperar la memoria histórica de las mujeres rurales a través de programas de investigación a desarrollar en dicho entorno.
