
Tras la conquista de Tenerife, los aborígenes huidos continuaban su actividad rebelde de guerrillas manteniendo la actividad de escaramuzas con los conquistadores y recuperando parte del ganado que les había sido arrebatado. Ante la resistencia que continuaban ofreciendo, Fernández de Lugo crea cuadrillas integradas por guanches cautivos que son obligados a perseguir a sus paisanos desplazándose a aquellos lugares en los que los españoles no se atrevían a hacerlo. Además, el Cabildo de Tenerife toma un acuerdo el 19 de enero de 1500, disponiendo que “de hoy en adelante cualquier esclavo que huyese que muera por ello, y si fuese mujer que le den 100 azotes y le echen de la tierra”.